El 2 de diciembre, fecha que marca el desembarco del yate Granma, entró a territorio tunero la caravana con las cenizas inmortales de Fidel, que había partido hacia Santiago de Cuba a las 7 de la mañana del 30 de noviembre de 2016 desde el Ministerio de las Fuerzas Armadas de Cuba en La Habana El 2 de diciembre, fecha que marca el desembarco del yate Granma, entró a territorio tunero la caravana con las cenizas inmortales de Fidel, que había partido hacia Santiago de Cuba a las 7 de la mañana del 30 de noviembre de 2016 desde el Ministerio de las Fuerzas Armadas de Cuba en La Habana
En un acto dedicado al Comandante en Jefe Fidel Castro, en ocasión del octavo aniversario de su desaparición física, el coronel Luis Felipe Panqué Pérez recordó detalles de la parada técnica realizada por el cortejo fúnebre en Las Tunas.
“El 2 de diciembre de 2016, aproximadamente a las 11 y 45 de la mañana, se aseguró la parada técnica y el paso de la caravana con las cenizas del Comandante en Jefe por la provincia.”
Panqué Pérez, entonces jefe de la compañía de ceremonia del luctuoso recibimiento, rememoró que el tributo tuvo como escenario el centro de convenciones Lázaro Peña, de la CTC en este territorio del oriente cubano; y, con la misma emoción de aquel día, exclamó: “Esta fue la tarea, la misión más importante que he cumplido en mis 36 años de servicios hasta ese momento en las Fuerzas Armadas y que nunca hubiera querido cumplir.”
Una jornada de compromiso y dolor
Luis Vega Guerrero y Esperanza Vázquez Cárdenas, en aquel entonces director del centro de convenciones y todavía trabajadora del área administrativa, respectivamente, rememoraron: “Fue un momento en el que se acrecentó el dolor por la pérdida del Líder, del ser humano excepcional que condujo al pueblo cubano a su verdadera soberanía nacional”.
Ni Luis, ni Esperanza hubieran querido cumplir una misión así, porque ellos, como la inmensa mayoría del pueblo cubano, le deseaban vida física eterna al Líder Histórico de la Revolución, pero asumieron el triste hecho con responsabilidad y entrega, a la altura del acontecimiento que sumía a la nación en el dolor.
Esperanza afirmó: “Fue algo grande, un momento que todos los cubanos recordamos con tristeza”, y contó que unos días antes hubo una movilización con compañeros de muchos centros de trabajo para organizarlo todo, pero ese día, el 2 de diciembre, solo permanecieron en lugar ella y Luis.
Poco tiempo antes del arribo de la caravana a algunos de los participantes en la ceremonia les faltaban los brazaletes que debían portar y, “le preguntaron a Luis, dijo, si tenía la posibilidad de resolver el problema y él le contestó que en el centro no había lo que necesitaban”.
“Luis me preguntó si yo podía colaborar, dije que sí y fuimos a la casa, porque vivo cerca y agarré un vestido negro y lo traje para acá, lo corté y con los retazos confeccioné los brazaletes que faltaban. Yo me siento orgullosa de ese gesto”, exclamó con la firmeza que la animó a donar una de sus prendas de vestir favorita.
Luis refirió el inusual ajetreo y la tristeza que embargaba a todos los trabajadores de la institución, quienes pusieron el mayor empeño en la preparación de las condiciones necesarias para el doloroso encuentro, acciones en las que tuvieron el apoyo de otros organismos y de empresas locales.
En la vera de la Carretera Central
El 2 de diciembre, fecha que marca el desembarco del yate Granma, entró a territorio tunero la caravana con las cenizas inmortales de Fidel, que había partido hacia Santiago de Cuba a las 7 de la mañana del 30 de noviembre de 2016 desde el Ministerio de las Fuerzas Armadas de Cuba en La Habana.
Ese día Alexis Sánchez Peña estaba en Jobabito, un punto de la Carretera Central no tan distante del centro de convenciones mencionado: “Allí un pueblo lo esperaba con diversas muestras de respeto y veneración. La gente lloraba, aplaudía, alzaba banderas cubanas, por dondequiera fotos de Fidel, en una montaña, en piedras, en montículos, en la escuela… y la frase Yo soy Fidel presidiendo aquella multitud reunida a ambos lados de la vía.
“Cuando pasó el cortejo fúnebre, se hizo un vacío inmenso, un profundo silencio como expresión del sentimiento tan grande que se apoderaba de la muchedumbre. La gente lo sintió en lo más profundo y lo demostró”, enfatizó Alexis.
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